jueves, 30 de agosto de 2012

Darío Rojo





Una caña sostiene cortes de gasa
en la brisa, sobre las cenizas.

El pasado quebradizo y esporádico
como un perfume lejano.

En el remolino deshecho
bebo agua de arroz.




     Camello


su centro de gravedad
está cerrado bajo llave
su silueta y su piel
en perfectas oposición

su condición
fingir el movimiento




        Trayectoria



Al entrar la avispa en el tren
                                      la gente se amasaba
                                      en los asientos
                                      movía los dientes
                                      pendularmente
                                      y creaba
                                      sonrisas como girasoles.
                            Compartió
con agradables mosquitos
la divertida órbita
de la lámpara,
                     satisfecha,
                                    salió por la ventana.

Estaba lejos del panal,
         los chimangos la deleitaron con su parsimonia.



(...)


Amanece en Mombasa-
serpientes en los húmedos cañaverales

Deseo irresistible de visiones planas-
contradicción como burla

Separado ya de la cacería
el recuerdo de la jauría,
su olor penetrante, sus ideas externas

Las garras se afilan acompasadamente
como teclas de un piano asesino

El sentido pendía de los árboles-
la muerte como ficción

Espero que no vuelvas aquí,
el cielo parece caliente
pero en Mombasa el ruido es tibio,
no vuelvas aquí, quédate.






Una mente azul con peces plateados.
Espinillos, matas y una pareja de ciervos  recorriendo un corazón.
Un cuerpo liso, sin pasión alguna cediendo elásticamente al granizo.

¿Cómo no voy a incendiarlo?