jueves, 30 de agosto de 2012

Estela Figueroa


           La mosca


Primero fue la intromisión de una mosca de invierno.
Algo tan raro. Los ojos siguen el vuelo.
El oído trata de percibir el zumbido.
La mosca se detiene en la mesa
en la bombilla de luz. Desconcierta.

Después –esto se sabe-
una mosca en invierno puede anunciar tormenta.
Es peligro. Es
como un frío repentino en el pecho.
-:Voy a enfermarme- piensa.

Y el primer trueno es un escándalo.
No queda un vidrio sano. No hay
espejo donde mirarse.

Hay que cerrar la casa como cuando llega la noche.
Que sentarse como para abrir una carta.
Que acostarse como para recibir una enfermedad.
Que levantarse como para ir hacia la puerta
como si se hubiera escuchado que golpean.



        Memoria de Emily Grierson
a partir de “una rosa para Emily” de William Faulkner


Me  ahogaba
él
en quien había depositado tanta confianza
me defraudaba.
Ya no lo sentía digno
de llevar morada de mi difunto
pobre padre.
Llegué a detestar su voz:
“Emily
no nos aburramos aquí.
Tu casa es húmeda y oscura. Salgamos
sin rumbo en tu carruaje”
...como si no entendiera
que todo lo que quería era vanagloriarse
por la calle principal con la ropa
que yo le compraba y mi criado lavaba
en el carruaje que era mío...
Sucio
de olor a prostíbulo
se me acercaba con gestos gatunos
él:
-mujeres,
Hay hombres que coquetean como putas
hay hombres
que son peores que las putas-

“Emily
vas a tomar frío aquí
está en verdad fresco
Echate un abrigo sobre los hombros”
él
el imbécil
creyendo que yo me sentaba
sola en el patio
por las noches
para soñar mirando tal vez la luna o las nubes
cuando en verdad trataba
de discernir en torno a mis emociones
de averiguar porqué permitía
que esa bestia –arrastrándose-
me humillara entre gemidos
entre lamentos
día tras día.

Pero una noche de insomnio todo se aclaró.
A través de la voz de mi padre
difunto
amado y venerable padre
mi conciencia habló.
Las indicaciones fueron claras
precisas
y así también las horas en que las cumplí.
Eso fue todo.
Con la ansiedad con que cundo de niña
esperaba la fiesta del alba en que saldríamos de caza
esperé.
Temprano
llegué a la farmacia y compré arsénico.

Media hora antes de que volviese de la carretera
lo desparramé sobre su plato
colmado de costillas de cerdo y patatas
-gusto vulgar-
“Emily
adelgazas.
Cuando te conocí
eras bonita”

Murió a mi lado
tras una terrible agonía
en el lecho de mis padres
tantas veces profanado.
No lo moví de allí.
No crean que me asqueó su cuerpo descomponiéndose
día tras día
No fue más impresionante
que la visión de una manzana podrida
colocada por descuido en la frutera
sobra la mesa del comedor.
Mujeres
sólo un hombre muerto puede ser fiel.
Gloria a Dios
                   en los Cielos!



       El poema malo


Amortajado por un red de palabras
tachaduras y manchas
conservo del poema malo
su esqueleto precario.

Digo que la idea no era mala
así como puedo decir de otra mujer
-No es fea.
Pero si una buena idea
no es perfectamente desarrollada...
Pero si una mujer hermosa
no lleva un hermosos vestido....

En el cajón de la mesa lo escondí
junto con remedios, resultados de análisis y facturas.
Y pensar que lo escribí creyendo
que lo llevaría sobre la frente
incrustado como una perla
o un pequeño ojo perfecto
que reflejaría el mundo!



         Vieja casa


La palabra era. El barco era. La embarcada.
Era la proa. No. El marcarón sobreviviendo al naufragio.
Una pieza de museo era.
Pero también el mar. La marea. El flujo el reflujo,
y la mujer que desde la playa observaba descansando
la cabeza protegida del sol.

La palabra era. El amor era.
La luz en el fondo del ojo. La lágrima
que salía y resbalaba. Una anémona colmada.
El extraño que golpeaba la puerta

su mano vestida de seda
el cristal rajado
y mi miedo a lastimarme las manos.

La palabra. La poesía. La vieja casa.
Era una puerta que se abría se cerraba
porque yo no tenía llave.
Porque la puerta no tenía cerradura.
Porque yo estaba encerrada.
Porque yo tenía agujeros ventanas más puertas pequeños cuencos
donde los sentimientos entraban y salían.