jueves, 30 de agosto de 2012

Irene Gruss


            Era la tarde y la hora


                            Esteban Echeverría

a la hora de palabras patéticas
me tiento de risa; es nervioso, es nervioso
dice la madre
y yo le creo.
La desesperación, el
desespero,
él es un desesperado: -Ay, es cierto
y me tiento:
son palabras patéticas.
“La falta de mística”, es fatal que
“todo sea cultura”, las aceitunas
vos y yo: es patético,
el sonido,
¡quién tuviera un oboe!
Arder, “vas a arder”:
es cierto.
Era la hora en que mi vida sexual se pagó
¿por qué no?
consecuencias
lúgubres. Las palabras
huelgan:
¿Qué voy a hacer ahora?
Y a la hora de hechos patéticos,
a la hora de una falta de hechos
no puedo reír
no me acurruco, no me cubro
ni siquiera muero:
escucho el viento
y aplasto terribles,
tiernas mariposas que
(hablo de palabras vagas, cuasipatéticas)
seducen el aire
a respirar
es cierto, preciso el aire.
Vuelan
coloridas
y duran, -ay de mí, ¿es que la rima es débil, así
de mortecina?-
una noche de gusanos, las palabras vagas,
y solamente un día.



           El árbol


De haber nacido
en otra generación
sería una apasionada.
“De no ser por el deseo –dijo el joven amante-
me quedaría aquí, mirando largamente
ese árbol”. Yo aprobaba
con la cabeza y le pedí
que se fuera. A otro
le pedí que se quedara
pero es de mi generación, nos aburrimos
no supimos reírnos
ni de nosotros mismo. Ah, la pasión,
cosa de críos o
de viejos.


         Contra la gangrena


Tensa como un pavo real a punto de
abrir la cola magnífica
con ese gesto altanero, su plumaje, quitó
con un peine fino
los pocos piojos que tenía en
el pubis, colocó chinches estratégicas
en alguna fotos de mala superchería, alquiló
un mantón enorme y negro con flecos hasta el piso
y se puso a responder el epistolario:
“Víctima de mi suicidio
salí a respirar aire puro”, escribió, “e
ilusa, hasta habían chupado el agua
en el lago del parque”. La  brutalidad del texto
era parecida a la tensión: a qué se debían
esas ganas de reírse del mundo;
no lo sabía.
No, todavía no.
Así que devolvió aquel mantón dramático
y pasó la lengua
sensualmente por el borde
gomoso de la correspondencia,
quiso probar
sin sensatez no oprobio
ni oquedad
eso que la gente hace,
así de sencillo,
cuando no ha muerto.



         El único conservador


Sólo en la tumba
una está a sus anchas, dijo
la muerta.
Allí el cuerpo retoza
y el alma pide a gritos silencio.
Sólo en la tumba
una se desplaza y siente
por primera vez
la frescura del barro, la
ilusión
de que el único conservado
puede ser
el olvido.







         Tatuaje II

Versión de Irezumi *


Quizá sea
esa mujer recostada sobre un adolescente
que sufre por mí:
voy a casarme,
la tinta, la aguja
y el plumín
están listos
a un costado, y el viejo maestro
quiso tatuarme así
porque el método es
seguro.
El adolescente tiene
los ojos acuosos, apenas me muevo
o salto por el dolor que
inflinge el canuto de ganso en mi espalda,
como una uña, como incienso
encendido
él me mira
y me toca suavemente los codos.

Si quisiera salir de mi posición
el tatuaje demoraría
y con eso el casamiento: no debo
el futuro esposo
desea ver la espalda desnuda
con dragones dispuestos a lo largo
y flores de cereza, de lis, de manzana
y que mi perfume
se parezca al dibujo.
Quizá sea esa mujer
recostada sobre el adolescente.
El ardor no se soporta
y aquí abajo se trata
de una piel demasiado
tersa que
me ayuda a olvidar esta pluma quemada, persistente,
como pico de pájaro
lengua
o punta
lógica, líquida
sobre la espalda
no, aunque esté ya casi terminado
no voy a casarme
esperaré al aprendiz
del viejo
posiblemente
yo sea
lo que imagino.


 *Este film describe el tatuaje de una mujer a punto de casarse. Siguiendo esta antigua costumbre japonesa el artesano, como método personal, decide colocar debajo de ella a un muchacho, aprendiz del oficio, a efectos de terciar con el sufrimiento.