Fiesta
He desplegado mi orfandad
sobre la mesa, como un mapa.
Dibujé el itinerario
hacia mi lugar al viento.
Los que llegan no me encuentran.
Los que espero no existen.
Y he bebido licores furiosos
para transmutar los rostros
en un ángel, en vasos vacíos.
Vértigos o contemplación de algo que termina
Esta lila se deshoja.
Desde sí misma cae
y oculta su antigua sombra.
He de morir de cosas así.
Sortilegios
Y las damas vestidas de rojo para mi
dolor y con mi dolor insumidas en mi soplo, agazapadas como fetos de
escorpiones en el lado más interno de mi nuca, las madres de rojo que me
aspiran el único calos que me doy con mi corazón que apenas pudo nunca latir, a
mí que siempre tuve que aprender sola cómo se hace para beber y comer y
respirar y a mí que nadie me enseño a llorar y nadie me enseñará ni siquiera
las grandes damas adheridas a la entretela de mi respiración con babas rojizas
y velos flotantes de sangre, mi sangre, la mía sola, la que yo me procuré y
ahora vienen a beber de mí luego de haber matado al rey que flota en el río y
mueve los ojos y sonríe pero está muerto y cuando alguien está muerto, muerto
está por más que sonría y las grandes, las trágicas damas de rojo han matado al
que se va río abajo y yo me quedo como rehén en perpetua posesión.
Los muertos y la lluvia
Había una
vez un hombre que vivía junto a un
cementerio.
Shakespeare
Había un hombre que vivía junto a un
cementerio y nadir preguntaba por qué. ¿Y por qué alguien habría de preguntar
algo? Yo no vivo junto a un cementerio y nadie me pregunta por qué. Algo yace,
corrompido o enfermo, entre el sí y el no. Si un hombre vive junto a un
cementerio no le preguntan por qué. Pero no por azar vivía ese hombre junto a
un cementerio. Se me dirá que todo es azaroso, empezando por el lugar en que se
vive. Nada me puede importar lo que se me dice porque nunca nadie me dice nada
cuando cree decirme algo. Solamente escucho mis rumores deseperados, los cantos
litúrgicos venidos de la tumba sagrada de mi ilícita infancia. Es mentira. En
este instante escucho a Lotte Lenya que canta Die dreigroshenoper. Claro
es que se trata de un disco pero no deja de asombrarme que en este lapso de tre
años entre la última vez que lo escuché y hoy, nada ha cambiado para Lotte
Lenya y mucho (acaso todo, si todo fuera cierto) ha cambiado para mí. He sabido
de la muerte y he sabido de la lluvia. Por eso, tal vez, solamente por eso y
nada más, solamente por la lluvia sobre las tumbas, solamente por la lluvia y
los muertos puede haber habido un hombre que vivía junto a un cementerio. Los
muertos no emiten señales de ninguna suerte. Mala suerte y paciencia, puesto
que la vida es un lapso de aprendizaje musical del silencio. Pero algo se mueve
y se desoculta cuando cae la lluvia en un cementerio. He visto con mis ojos a
los hombrecillos de negro cantar endechas de errantes, perdido poetas. Y los de
caftán mojados por la lluvia, y las
lágrimas inútiles, y mi padre demasiado joven, con manos y pies de mancebo
griego, mi madre habrá sentido miedo la primera noche, en ese lugar feroz. La
gente y los hombrecillo de negro despoblaron rápidamente el cementerio. Un
hombre harapiento se quedó a mi lado como para auxiliarme en el caso de que
necesitara ayuda. Tal vez fuera el vecino al que se refiere el cuento que
empieza Había una vez un hombre que vivía junto a un cementerio. Oh el
disco ha cambiado, y Lotte Lenya se revela envejecida. Todos los muertos están
ebrios de lluvia sucia y desconocida en el cementerio extraño y judío. Sólo en
el resonar de la lluvia sobre las tumbas pueo saber algo de los que me
aterroriza saber. Ojos azules, ojos incrustados en la tierra fresca de la fosas
vacías del cementerio judío. Si hubiera una casita yacía junto al cementerio,
si pudiera ser mía. Y tomar posesión de ella como de un barco y mirar por un
catalejo la tumba de mi padre bajo la lluvia, porque la única comunión con los
muertos sucede bajo la lluvia, cuando retornan los muertos y algunos vivientes
cuentan cuentos de espíritus, de espectros, de aparecidos. A mí me sucede
acercarme en el invierno a mis ausentes, como si la lluvia lo hiciera posible.
Es verdad que nada importa a qué o a quién llamaron Dios, pero también es
verdad esto que leí en el Talmud: “Dios tiene tres llaves: la de la lluvia, la
del nacimiento, la de la resurrección de los muertos”.
En esta noche, en este mundo
A Martha
Isabel Moia
en
esta noche en este mundo
las
palabras del sueño de la infancia de la muerte
nunca
es eso lo que uno quiere decir
la
lengua natal castra
la
lengua es un órgano de conocimiento
del
fracaso de todo poema
castrado
por su propia lengua
que
es el órgano de la re-creación
del
re-conocimiento
pero
no el de la resurrección
de
algo a modo de negación
de
mi horizonte del maldolor con su perro
y nada es promesa
entre lo decible
que equivale a mentir
(todo lo que se puede
decir es mentira)
el resto es silencio
sólo que el silencio
no existe
no
las palabras
no hacen el amor
hacen la ausencia
si digo agua ¿beberé?
si digo pan ¿comeré?
en esta noche en este
mundo
extraordinario
silencio el de esta noche
lo que pasa con el
alma es que no se ve
lo que pasa con la
mente es que no se ve
lo que pasa con el
espíritu es que no se ve
¿de donde viene esta
conspiración de invisibilidades?
ninguna palabra es
visible
sombras
recintos viscosos
donde se oculta
la piedra de la
locura
corredores negros
los he recorrido
todos
¡oh quédate un poco
más entre nosotros!
mi persona está
herida
mi primera persona
del singular
escribo como quien
con un cuchillo alzado en la oscuridad
escribo como estoy
diciendo
la sinceridad
absoluta continuaría siendo
lo imposible
¡oh quédate un poco
más entre nosotros!
los deterioros de las
palabras
deshabitando el
palacio del lenguaje
el conocimiento entre
las piernas
¿qué hiciste del don
del sexo?
oh mis muertos
me los comí me
atraganté
no puedo más de no
poder más
palabras embozadas
todo se desliza
hacia la negra
licuefacción
y el perro de
maldolor
en esta noche en este
mundo
donde todo es posible
salvo
el poema
hablo
sabiendo que no se
trata de eso
siempre no se trata
de eso
oh ayúdame a escribir
el poema más prescindible
el que no sirva ni para
ser inservible
ayúdame a escribir
palabras
en esta noche en este
mundo