El fin
El
viejo cuervo
de
la posteridad
ríe
en la pieza
mal
iluminada
entre
los bollos de papel
que
orlan los bordes del cadáver
“Ya
nunca más” dice obviamente el
juguetón
La
puerta se abre: no entran
admiradoras
desoladas
ni
el silencio de Dios
sino
un poco de viento y
lo
dispersa todo
como
una nieve que bendice el barrio.
El mago
Por
la memoria van caballos
La
luz entra en la pieza
a
hacer reales, por un rato, las cosas
Algo
se mueve en un rincón
(duendes? ratones?
restos sueltos por ahí
de algo así como un corazón?
telas de araña rotas
por una aire imprevisto?)
reclama
un lugar
donde
los caballos vienen a beber
Eso
es –ahora- lo importante:
un
ruido de cascos
sobre la memoria
Mestiere di vivere
Tras
la tormenta –raíces
arrancadas,
charcos
que
van pudriéndose de a poco-
sale
a mirar la tierra que
calienta
el sol.
Más
confiado, tozudo, el
cultivador
de su parcela
oye
dentro de sí
el
crecimiento de la hierba.
Matinal
Ya
no hacemos preguntas,
ya
nadie hace preguntas porque
las
respuestas son intolerables
No
nos importan las respuestas, cuando
las
cosas hablan pos sí mismas
La
ropa al pie de la cama, por ejemplo, el sol
tras
las hojas del plátano
cuando
les da como una luz y tiemblan
al
paso del aire
que
anda buscando algún lugar
a
donde llevar algo de nosotros
Arte dificultosa
La
época ya no da muchas imágenes. He aquí
pocas
palabras, las que tengo a mano.
¿Servirán,
digo, estas palabras para
algo
como rescoldo apenas percibido o relumbrón
visto
repentinamente al trasluz
(y
desaparecido) o conjunción
de,
por ejemplo, la llovizna y pasos
de
un hombre solo en la penumbra
de
una esquina remota? Blues
del que
vuelve solo a las
viejas
queridas palabras: a
un
perro que le ladre, una luna falsa, su
propia
sombra, un charco
que lo refleje todo;
absorto
y aturdido blues del que
en
medio de la niebla, oye a alguien silbar:
anda,
no sabe bien qué va a encontrar,
como
quien (piensa) vuelve de la guerra.