domingo, 26 de agosto de 2012

Daniel Freidemberg



       El fin


El viejo cuervo
de la posteridad
ríe en la pieza
mal iluminada
entre los bollos de papel
que orlan los bordes del cadáver
“Ya nunca más” dice obviamente el
juguetón
La puerta se abre: no entran
admiradoras desoladas
ni el silencio de Dios
sino un poco de viento y
lo dispersa todo
como una nieve que bendice el barrio.



      El mago


Por la memoria van caballos

La luz entra en la pieza
a hacer reales, por un rato, las cosas

Algo se mueve en un rincón
         (duendes? ratones?
         restos sueltos por ahí
         de algo así como un corazón?
         telas de araña rotas
         por una aire imprevisto?)
reclama un lugar
donde los caballos vienen a beber

Eso es –ahora- lo importante:
un ruido de cascos
                   sobre la memoria



        Mestiere di vivere


Tras la tormenta –raíces
arrancadas, charcos
que van pudriéndose de a poco-
sale a mirar la tierra que
calienta el sol.
Más confiado, tozudo, el
cultivador de su parcela
oye
         dentro de sí
el crecimiento de la hierba.



      Matinal


Ya no hacemos preguntas,
ya nadie hace preguntas porque
las respuestas son intolerables
No nos importan las respuestas, cuando
las cosas hablan pos sí mismas
La ropa al pie de la cama, por ejemplo, el sol
tras las hojas del plátano
cuando les da como una luz y tiemblan
al paso del aire
que anda buscando algún lugar
a donde llevar algo de nosotros



       Arte dificultosa


La época ya no da muchas imágenes. He aquí
pocas palabras, las que tengo a mano.
¿Servirán, digo, estas palabras para
algo como rescoldo apenas percibido o relumbrón
visto repentinamente al trasluz
(y desaparecido) o conjunción
de, por ejemplo, la llovizna y pasos
de un hombre solo en la penumbra
de una esquina remota? Blues
  del que vuelve solo a las
viejas queridas palabras: a
un perro que le ladre, una luna falsa, su
propia sombra, un charco
                            que lo refleje todo;
absorto y aturdido blues del que
en medio de la niebla, oye a alguien silbar:
anda, no sabe bien qué va a encontrar,
como quien (piensa) vuelve de la guerra.