Billy The
Kid
Sucede
que en un pueblo de provincia,
cubierto
de polvo y trasparente contra la luz
del
ocaso
Billy
The Kid bebe un tequila interminable
corroído
por el tequila y la intemperie
que
ha entrado a saco en la cantina
con
olor a lluvia y un insólito olor a madréporas
y
algas
Billy
The Kid suele hablar con viejos tripulantes
del
Empire Star, cuyo huesos
blanquea
el mediodía de México
y
sólo él sabe por qué el orgullo naval de Gran Bretaña
yace
bajo la arena inquieta y el grito de los lobos.
Billy
abrazado a las caderas de la muerte
en
un reservado de empapelado roto
conoció
el secreto de la congoja del mundo
lánguido
e indolente cabalgó entre los riscos
repartiendo
balazos como pan a los pobres
y
no paró a meditar ni un momento
puesto
que no necesitaba meditar sobre sus codos
aquel
que abrazó las caderas de la muerte
y
pagó por su amor dos dólares de plata
Y
aquel que aprendió el secreto de la congoja del mundo
no
puede menos que deambular entre el peligro
y
el whisky con cierta parsimonia
jugarse
la vida y doblar siempre la apuesta.
Así
Billy The Kid sucio de mujeres
y
de las taciturnas noches del desierto
del
hollín de las fogatas que el demonio
enciende
en el salitre
cabalga
por las provincias donde el sueño
reina
todavía
con
su Smith & Wesson
temblorosa
y
la nuca roída por los cuervos
En
un pueblo de provincia
en
la cantina donde alguna vez cantaron
los
ajos los pimientos los duros pezones mexicanos
y
ahora sólo cantan
los
marineros del Empire Star ebrios de viento
Billy
bebe tequila para siempre
sus
ojos sin párpados alumbran la fiesta
de
fantasmas
cuándo
vamos a despertar Billy no sabe
no
se pregunta nada contra la luz del ocaso.
Testamento de Yánez
no
a través del dolor
se
llega a la lucidez, el pánico
la
esperanza
sino
a la inversa
había
habitado en otro mundo
el
de los melancólicos, el de
los
aventureros
Documental
Los
biólogos empeñados en repoblar de tortugas
las
costas de Bermudas descubrieron
que
los bebés de las tortugas
necesitan
cruzar por sus torpes medios
la
playa del mar en el que se internan para crecer.
Observaron
que de no cumplir esa travesía
no
volverían al mar, maduros ya, y
fuertes
de navegaciones. Pero
las
playas de Bermudas están infestadas de cangrejos
prodigiosamente
blancos y feroces
en
cuyas pinzas perecen algunos bebés tortuga
como
tributo al medio atroz donde nacieron.
Los
cangrejos tal vez pueblan en exceso las playas
pero
los biólogos lanzan a los bebés a horas tempranas
cuando
el sol no despierta a los cangrejos.
Es
más que un acto de piedad burlar el sueño de las bestias.
Pesca de altura
Es
preocupante esta sigilosa gota
de
sombra en la bañadera.
Mucho
más golpea el abismo aquí
que
en la profundidad del mar donde
la
luz de los submarinos rasga la penumbra
sólo
para verificar el dominio absoluto
de
la noche.
El
abismo insondable asusta a los tripulantes
pero
la luz de la cabina los conforta.
En
la bañadera no hay refugio posible.
Habeas corpus
Un
cuerpo muere y estira su mano
(¿hacia
un océano dorado, un invierno violáceo?;
nadie
lo sabe ni lo ve)
Un
pintor puede pintar la mano de Rembrandt sobre la sábana
pero
no la agonía del cuerpo entre sus columnas de obsidiana.
El
cuerpo no se ve.
Ni
con los ojos de la mente ni
con
los ojos de la piel.
Nadie
pinta en realidad un cuerpo.
Se
ha pintado espuma en los ojos del que muere,
lo
entrevisto en el alba;
hipótesis,
en todo caso, sobre el cuerpo.