Amy Lowell
Hace
40 años que Amy Lowwell está muerta en los Estados Unidos.
Sin
embargo, uno de los poemas que escribió
refiere
las cosas que abandonó en el sol
mientras
ella persiste en la costumbre del sepulcro
y
los días siguen entrando en su habitación.
Ahora
no podemos sino imaginar sus huesos finos de mujer
delicadamente
amontonados en un trozo de sombra.
Las
cosas que amó, que poblaron su historia personal
hecha
de uvas, vestidos, collares, libros, muñecas,
se
alejan dispersas y se integran profundamente
con
nuevas cosas que ella no pudo conocer.
Nos
hubiera gustado, a pesar de todo,
provocar
el encuentro que hizo visible el desafío de su poesía.
reunir
otra vez la lejanía de aquella dulce materia
y
situar en medio de los objetos recuperados
los
blancos huesos devueltos al conocimiento.
Que
todo esto resulte claro para nuestra locura
y
una prueba para nuestro desorden sin fe:
mientras
miramos desde el jardín, esperando
que
algo suceda en la habitación soledad de Amy Lowell,
mientras
el mundo presente se hace remoto
y
asiste ruidosamente al desencuentro de sí mismo.
Informe policial
La
escena se ha enfriado bajo un pesado desorden.
Hay
un olor de flores descompuestas,
de
cosas hace mucho paralizadas. ¿Tenía
algún
enemigo resulto allá afuera? ¿Una falla,
un
coágulo en el pasado? En cada objeto
que
perturbó la ráfaga del escándalo
hay
una especie de venganza inmóvil,
una
avaricia que no entrega su testimonio.
Aplastado
a la alfombra, mortecino
y
seco, el reguero de sangre,
sordomudo
y aislando una verdad, expone una cuerda rota
en
el drama de las relaciones humanas.
La
mente profesional desanda el tiempo
y
la estructura de los hechos
porque
estas cosas ya habían sucedido:
Así
que nadie oyó cuando la pistola
simplificó
la contradicción y decidió el asunto.
Si
queda alguna pregunta, un rastro digital
técnicamente
apto, por ejemplo,
un
texto escrito en el tejido oscuro, una muesca reciente
en
superficies que se han vuelto ambiguas
los
molerá la lógica hasta filtrar el pus.
Por
ahora se apagan las luces
para
que el muerto cierre sus perforaciones,
bulto
ciego girado sobre el secreto.
Afuera
el aire es clamoroso; en el sol de los días que siguen
una
culpa sólidamente encarnada
circula
de azul vestida,
estrecha
manos y no huele a nada en especial.
El desconocido
¿Cómo
llegó hasta aquí ese desconocido
saltando
sobre el funeral?
No
puedo recibirlo con estos harapos
y
entre paredes que se desmoronan
porque
su apuesta fue otra.
Este
crujido estacional en mis articulaciones,
la
escarcha sangrienta en el vidrio, la crisis
de
todos los silogismos y discursos
y
estas monstruosas contradicciones que despedazan la realidad
no
entraron en sus visiones.
Tenía
veinte años el diseño del mundo en su cabeza
cuando
un disparo en la noche
cortó
el hilo de la poesías
en
algún sitio del nervio principal.
Su
viaje hasta aquí fue la intención
de
una verdad inútil. Lo empujo hacia fuera
hacia
un territorio ignorado donde todo es posible:
Porque
aquí no coincide conmigo;
porque
padezco odio y deshonor;
porque
la época introdujo en mi cuarto
más
muertos de los que puedo soportar o merecer.
El puesto del gato en el cosmos
Uno
siempre se equivoca cuando habla del gato.
Se
le ocurre por ejemplo que junto a la ventana
el
gato se ha planteado en el fono de los ojos
un
posible fracaso en la noche cercana.
Pero
el gato no tiene un porvenir que lo limite.
A
uno se le ocurre que medita, espera o mira algo
y
el gato ni siquiera siente al gato que hay en él.
¿Cómo
admitir detrás del movimiento de la cola,
una
motivación, un juicio o un conocimiento?
El
gato es un acto gratuito del gato.
El
que aventure una definición debería
proponer
sucesivas negaciones al engaño del gato.
Porque
el gato, por lo menos el gato de la casa,
particular,
privado e individuo hasta las uñas,
comprometido
como está
al
vicio de nuestro pensamiento
ni
siquiera es un gato, estrictamente hablando.
La gallina
Mi
ventana se abría hacia el jardín
como
a una fresca prehistoria. Estaba allí
gallarda
señora, de moteada pluma nerviosa
abultando
el pecho hacia el sol, como un posible
lenguaje
orgulloso: una gracia personal en un carácter,
paseando
la certeza de la especie, picoteando
semillas,
cáscaras, gusanos, regida
por
la orientación instantánea de sus ojos.
Y
de pronto una ráfaga fría paralizó
en
un rápido pánico su ardiente cabeza:
y
la noción del cambio
de
un oscuro dolor en su aterrado cerebro.
Entonces
le transferí
los
deseos de un universo estable
lo
bastante iluminado para seguir comiendo:
un
ritmo puntal que desmintiera
mi
humillada respiración detrás del vidrio,
el
triste conocimiento de la pérdida.
Epigrama
La
mosca se ha posado en el borde del plato
para
lavarse las manos a orillas de mi sopa dorada.
En
circunstancias como éstas
lo
mejor es disponer de una conciencia neutra.
Después
se frota las manos con íntima complacencia
y
tras una desaparición instantánea
abandona
un puntito oscuro en la loza blanca.
El
mundo está en orden en las inmediaciones.
Cada
cosa persiste en su convicción. Da modo
que
la mosca no ha sido enjuiciada. Y en mi asco
cabe
todo su posible paraíso.