jueves, 30 de agosto de 2012

Mónica Sifrim




Lejos de la muerte, se divierte. Encapsulada
en felpa rosa viejo, en fríos de cajita de música.
Lencería a resorte, fruslería. La bien elongada
bailarina puede resistir a eternidad
esa postura que el borracho tienta. Oh bailarina
anverso del borracho. Tu resurrección es tan sencilla
como abrir la caja. Juegos con la muerte. Musiquitas.






Tendrán el cuerpo huyendo entre los eucaliptus
tras el alma huyente, pero no el lenguaje.
Donde antes había elocución ¿qué habrá?
¿La vehemencia? ¿Boca de lo mudos con su globo
de saliva inútil? ¿Voces del ahogado pensativo
junto al barco ebrio?
Cuando les quiten el lenguaje, qué?
¿La vehemencia? ¿el agujero? ¿nada?
Les pondré palabras como perlas
en un viejo sarcófago. Trapos en la boca.






Ellos aman la armonía bien organizada.
Copas en alto. Gala. Promontorio.
Cámara lenta para el brindis, que los vasos besen,
la solera se estremezca lila y oro blanco.
Ellos aman la escena. También el documento de la escena:
actas y películas y fotos ¿En qué archivo mañana
han de exhumar con lupa los detalles?
¿Notarán el rictus? Van a colegir: “Eran taciturnos en las fiestas”.






A lo mejor, lo menos importante es lo que más.
Vientre aplastado contra los colchones, mano en el pubis,
página sobada. Hay una escena allí que Sade no pintó.
Penetraciones
múltiples de un texto en la piel voluptuosa.
Ellos hablaban de la sedentaria en el colchón leyendo
sin sospechar que todo se movía. Más que en la gimnasia,
más que en el baile, más que en el atletismo. Pero secretamente.
Había una vez una pasión que no estiliza el cuerpo
no robustece el tono muscular.
Una pasión sin público. Una visión
bullía, se les escapaba de las manos en su propia casa.
Pide lo que quieras, pero  algo tangible y a nosotros.






Una huerfanita es la que no. Su bulto al hombro
le hace sombra a las utopías del neón.
Huerfanitas eran las de Dickens, con mejillas rojas y pupila febril.
el mero desabrigo no te deshija y menos
si has pactado el frío a condición de no ceder el alma.
Ese fue el trato. En buena ley tu caperuza parda y tu latón
de expósita en las mesas de hule.
Entumecida ¿no has retozado a gusto? Pues aguanta.