domingo, 26 de agosto de 2012

Arturo Carrera





Niño aún. Y aparece la Aurora y vos estás dormido, mirándote los rosados dedos: vos, pequeño primitivo al borde de la locura
                            ...tus papis encostrados en el delirio vibratorio de unos huesos. Y era...no, estoy hablando macanas: no era la música lo que deseaban; no era la danza lo que bailaban; no era el sexo lo que sexuaban; no; no era para ellos sino la vida un sacudimiento en la alteridad: un consentir una palabra vacía que los contuviera y los colmara... y en ese sentido (contenidos como una burbuja) se rieron hasta reventar....








Mis padres, al fin, querrán desviar mis tendencias, aplacar mis ánimos, torcer mi célebre curiosidad por las cosas de los otros niños --- esa niñita con su mano izquierda pintada y perfumada sólo para saludar a unos mezquinos pasantes... Ese niñito que disuelve en series de temperaturas cada vez más frías su célibe hidrofilia justiciera ante otro testigo padre de su enarcado sueño... Los hijos que en besos tuve, retuve: la horda de los pequeños famosos por la potencia arrogante de su “poesía” --- eres tú: tapiz miniatura del brevísimo instante con que se multiplica la memoria voladora ---: la frenética abstracción de la belleza que cruje en la distancia, en lo alarmado: Anita preguntando: “Cuando yo me duerma, ¿qué vas a soñar vos, papá?” Y Fermín, el pequeño jactante: “El Jardín Japonés se llama así porque jardín, donde hay plantas y japonés, donde hay peces.”





¿dónde están los vínculos, los ácidos, los destello...? Supe que escribo algo que nunca fue organizado, la tesis del histérico, que nunca fue vivido como destino. La obra tentó más al Poeta que al Padre, que ya se nos acerca. La agrícola manera de ceder en los intercambios de placer el erizado gesto de una exánime huída. El adiós que cae y retumba en la tierra como una fruta felizmente podrida. El envión que adentro de la voz nos va permitiendo ser padres, hijos, juguetes comprados, venenos apartados bruscamente, colapsos disimulados con los enemigos imprevistos. Esa soberanía en el sentido (hablando, jugado y escrito como una locura, como una asedía del consejo de la locura)...



       Jaula de los tucanes


Todo mezclado,
ley de lo imperceptible.

todo jaspeado en el espíritu
de los mercaderes de la lana.

Afrontados por la única pegajosa voz
de los niños

La voz
de fuente ronca,
de agua pastosa
como mezcla de colores:
miel de colores en sachets, ristritas
que los niño y los animales
saborean.

¿Cómo se podría transformar en inútil
la eternidad de lo sabroso?
¿Cómo con la luz de sueño esos
niños y animales
aclararían el exiguo paisaje
que oscurece la cámara y la tarde
en una somnolencia
indebida?

¿Y no es como rozar el licio espinoso
la mirada a los ojitos fulgurantes
de ese severo tucán?

¿Y esas huellas en el aire
ahí donde miramos para que nadie mire,
ahí donde nuestra mirada se transforma,
aclara,
en una súbita esferilla?
¿Es ese el punto que miran
los niños vergonzosos?¿El hueco adonde caen
y se refugian; la amoldante caverna
que en la desesperación los rapta
del tucaneo de lo real,
entre ojos tutores y restallantes:
fijos?

No; no son pájaros que van saltando
sobre arena mojada
ni los que juegan sobre las altas ramas
ni gestos en la bruma de pescadores
ni murmullos de niñas en cestas
sobre almadías escarchadas...



No;
es el tucaneo cuando no están las jaulas
ni los tucanes;
cuando atravieso desnudo esos umbrales de
universos de lilas. Aquella sola certidumbre
es un grito. su semejanza con la realidad
me separa y me humilla
sosteniéndome y acunándome como en el más
profundo,
el más superficial de los juegos:

“...déjenme creer que esto veo.”


ley de la memoria de la mañana.

Entre conocimiento adverso.
Amor enrarecido. Se pregunta ¿dónde estoy?
Súbitos ojos de mirar cejijunto.

...mañana enigmática
acribillada por tu voz.

Única a mí.
Única al golpeteo amarillo y naranja
contra el iris negro y picante
Única en la yerma luz.

(Aunque en la radio que trasladan pasa la música y la voz)

¿Qué nos falta
sino un conocimiento
de lo discontinuo? ¿Qué imágenes
sino como alabanza la efímera palabra
que nos descuenta del universo sin que lo sepamos?

También ella nos mezcla
con lo primero imperceptible.

Quizás como el omnipresente tucán.

O acaso como las cabecitas silenciosas
del rocío.



       Una niña


Manera de no comer,
y mirar la comida.

Manera de comer el pollo
y ver en nosotros, comensales,
la piel de gallina. Un duelo furioso
del tenedor con los colores,

puntillos,

y buscar,
lo que de escandalosos tiene
el silencio al escribir lo inexpresable
del tedio en la comida.
Manera de mirarnos
(sin mirarnos, excepto su corazón,
que no fingía) su razón: de ver a un asesino
al buscar y buscar un color: “...siempre
comiendo y charlando”.

-¿Y vos qué haces?
-¡Nada! Los miro comer.

Manera de apartarse
y hasta más allá de la línea de maternidad.
Y hasta en la trampa rota de fingir hablar
por hablar: para no atacar (definitivamente)
la comida.

Manera de contar ese chiste,
sin las manos, sin la boca ocupada
y sólo el chiste... Su forma rara
de soportar que otros coman,
con la manera de no poder reír
ni comer (con el horro de mirar
a los que comen...)

-Dos viejos son- dijo.

sin cortar
Oh, mantente en la sospecha
Lector,

sin dejar de mirar los oros fileteados
del plato, los diente del tenedor,
la mella del cuchillo, la hoja que contiene
el mango.

“...y poseer en vos sin sombra
el mirar de una niña...”

Su belleza, en la manera de esquivar
lo más tedioso cotidiano:

en las papilas cavernosas de lo crudo,
el hilván de los cuerpos;
el mío,
que ella fingió cortar para Amor;

el tuyo,
que ella se llevará cuando parpadees.

Y la palabra que no dice dulce querer
comer

ni el pollo endurecido de oro en la quimera

Su desdén de oscuridad y vitriolo
colmado de manos fofas que alzan dagas y ensartan cuchillos.

Pero quienes amaron antes (ella con gnomos,
en un plato...) no comerán
después: ausencia sin amor en la presencia

aterrará
el mezclar:

-O si estoy seria, muy pálida,
dirijo a gusto mi palidez;
me pongo blanca
como por sucesivos harinas
no un pescado:
un pez.

-Pero comé algo. No probaste
bocado...