Los patios del tigre
Fueron siempre los pájaros los que anduvieron en los patios
de mi infancia.
A la claridad del canario se sumó, el
gritito entrecortado del calafate, el vuelo diminuto de los bengalíes. algún
mono hubo, pero fue efímero.
Agregaba mi abuelo a la magia reinante
sus oros de Gran Maestro. Sus libros que, de a poco, fueron siendo mis pájaros.
Un tío viajó y en una gran jaula trajo
un tigre. Lo aseguraron a una cadena y esperaron que lo viera.
Su garganta me llamó, aparecí.
El
espanto y la maravilla me helaron.
Desde ese día los patios dejaron de ser
tales. Fueron selvas de mármol y mosaicos gastados en donde el terror habitaba.
Era feliz.
Tocaba el misterio a diario y no desaparecía. Me acostumbre ávidamente a lo extraño.
Cuando alguien ordenó su encierro en el
Zoológico, lloré.
Entonces comenzaron mis fugaces
visitas; temblaba cerca de su jaula. Su rugido era música tristísima para mí. Le imploraba a su memoria de fiera
el recuerdo.
El día que me fui a despedir de él para
siempre me olió, detuvo su andar en círculo. Una sombra humana le cruzó la
mirada. Intenté tocarlo. El griterío prudente me clavó en el piso.
Pensé un adiós, suavemente me marché.
Más tarde supe de su muerte. Su carne fantástica se juntó en el polvo a otras
carnes.
He crecido. Guardo de mi infancia sus
huesos en mi alma, los libros en mi sangre.
Pero cuando llegue el fin y me miren
los ojos que aún no he visto, pienso que será el tigre incierto de la locura el
que me lleve tanteando a la nada, aquel tigre de titubeo y delirio del suicidio
que en su boca me ahogará clamando.
O tal vez mi viejo tigre, rayado por la
piedad, quiera devorarme como a un niño.
..........
Quiero
ser eterno como si aún no hubiera nacido.
Son
las doce en el aire y en mi corazón. Es la medianoche helada de mi sangre.
¿Quién
me quita la vida como una camisa sudada y sangrienta?
Tigre,
áspera reja de la terrible sombra.
Mario
está enfermo muy raro. Sobre cráneo de espuma carne de niebla.
Cuando
el tigre ruge, el aire con nostalgia llama al huracán.
Todo
pez enmudece el agua que lo oprime.
Quisiera
morir de noche, bajo las aguas heladas de las Galaxias lejanas.
Elegía del tiempo final
Siento las flores arder saltar en
llamas el río y mi corazón es un pájaro herido por un mar sin límites.
Mis manos en cruz mi alma con su boca
de mil siglos profecía acostada a mi lado ojos húmedos cuerpo niño, oye la
selva romperse.
Quiero que el alba última sea un ojo
abierto por mis uñas para que se alce dulcísima de pechos salvajes la luz del
sueño sin tiempo.
Alquimia del odio
Aún
suenan los lirios minerales de dos cuchillos en la noche. En el centenario
baldío cara al río animal, pelean blasfemias olvidadas.
La sangre ausente, sólo hilos de óxido
vuelan en la maleza y las latas. Muertos hace decenas de años en lúgubres
conventillos entre sábanas adheridas como sudarios, los cuchilleros son número
oculto, niebla de cristal en la piedra rayada por la luna.
Los puñales siguen por tiempo y tiempo
un odio de engranajes infinitos en busca de entrañas que ya no tiemblan, de
corazones en cúpulas de polvo.
La oveja Celestial
Ha
nevado madre.
No,
no es nieve. Han trasquilado a las ovejas, eso es lana.
Se
han llevado la nieve. Ha muerto la oveja celestial.
¿Lloro?