El
vendedor de animales
En
el mercado llueve
sobre
los animales.
Él,
milagroso
por
los papagayos,
va
por la ciudad
como
un árbol soñado.
Y
piensa:
“las
jaulas están presas
por
lo que tienen de imaginario”.
Agua
de medio luto, llueve.
Él
vende monos
monos
como números:
“El padre vale dos
sin el hijo
y los dos
valen uno”.
Y
agua de salvación
cayendo
harapos
de agua
harapos.
Sobre la perfección
La
paloma perfecta
desciende
la basura
sobre
las tablas rotas el agua muerta
los
plásticos torcidos
cuando
toque tierra
tendrá
la armonía de la basura
también
estos residuos
al
llegar tenían la belleza
del
que todavía es amado
el
diseño del mundo puede ser la circulación
de
estos inactivos objetos
su
inmortalidad –lo neutro-
eres
tú y yo el oxígeno solo
y
el río que supones aparte
y
cada muerto
la
armonía no resiste
a
una paloma sola.
Paisaje del cielo
El
ciego dice: árbol
y
nunca ha visto un árbol
esa
palabra
construye
para él
una
noción
que
corrompe el espacio
no
pude tocarlo
sabe
que
el tacto nos deja sin lugar
sólo
dice. “árbol”
y
la voz le sale como luna
su
perro puede ser todo el cielo.
Evitarás
la muerte
si
eres todo lo exterior a ti.
Pero
no sabrías que la has evitado
soñarías
con ser tú
pensarías
en ello
llegarías
a ser esa imposibilidad
esa
carencia a la que rodeas.
(...)
La
eternidad puede subsistir
porque
aún no ha matado lo suficiente.
La
hoja del árbol reproduce
la
forma de la energía total
por
un borde es abierta, continúa,
por
el otro es finita:
es
esa cicatriz, su límite.
la
que la devuelve a la muerte visible.
nuestros
ojos son cicatrices
las
formas que ven
son
cicatrices.