domingo, 26 de agosto de 2012

Leopoldo Castilla



El vendedor de animales


En el mercado llueve
sobre los animales.

Él,
milagroso
por los papagayos,
va por la ciudad
como un árbol soñado.

Y piensa:
“las jaulas están presas
por lo que tienen de imaginario”.

Agua de medio luto, llueve.

Él vende monos
monos como números:
                            “El padre vale dos
                            sin el hijo
                            y los dos
                            valen uno”.

Y agua de salvación
cayendo

harapos de agua

harapos.



    Sobre la perfección


La paloma perfecta
desciende la basura
sobre las tablas rotas el agua muerta
los plásticos torcidos

cuando toque tierra
tendrá la armonía de la basura

también estos residuos
al llegar tenían la belleza
del que todavía es amado

el diseño del mundo puede ser la circulación
de estos inactivos objetos
su inmortalidad –lo neutro-
eres tú y yo el oxígeno solo
y el río que supones aparte
y cada muerto

la armonía no resiste
a una paloma sola.



     Paisaje del cielo


El ciego dice: árbol
y nunca ha visto un árbol
esa palabra
construye para él
una noción
que corrompe el espacio

no pude tocarlo
sabe
que el tacto nos deja sin lugar

sólo dice. “árbol”
y la voz le sale como luna

su perro puede ser todo el cielo.






Evitarás la muerte
si eres todo lo exterior a ti.
Pero no sabrías que la has evitado
soñarías con ser tú
pensarías en ello
llegarías a ser esa imposibilidad
esa carencia a la que rodeas.



(...)


La eternidad puede subsistir
porque aún no ha matado lo suficiente.






La hoja del árbol reproduce
la forma de la energía total
por un borde es abierta, continúa,
por el otro es finita:
es esa cicatriz, su límite.
la que la devuelve a la muerte visible.

nuestros ojos son cicatrices
las formas que ven
son cicatrices.