Catástrofe en vacaciones
la
begonia se achicharra y agrega otra
a
tus preocupaciones. Al paso de la noche la calma comenzará cuando el aire
del ventilador –somos dos contrarios-
te
deslice hacia el sueño.
El
aire ya desgarra las cortinas y la proximidad del ojo del huracán
refleja
la furia de las preguntas en cada minuto que raspé esta tarde de mi
cara.
El
punto de apoyo
de
una viga, eso en el pecho, tu dolor.
Enésimo abordaje a los árboles
esfumados
el
auricular se desgañita en tu oído a la hora de la telenovela.
El
ruido corre encapsulado compartiendo nuestro silencio
y
la expectativa por el agua que declinará en tu techo hasta el marco negro
de la ventana
de
acuerdo a mi punto de observación.
Un
recuerdo de este momento indicado provisoriamente como frágil.
Y
difusa la vida, el tema,
techo
mediante, ruido
silencio
presentes
por
fin adviene: los árboles esfumados del Bajo Belgrano,
la
curva de la alameda, la luz pulverizada en la curva.
Soy el germen del desorden
tu
ropa y un lado de la frazada que te cubre amanecen en el piso.
Cerca
de ti las cosas se desordenan y si las palabras te apuntan
inmediatamente
responden tus advertencias sobre las cenizas que no tiro
a la noche o la canilla
mal
cerrada. Que no gotea, replico,
aunque
los pensamiento escuchen que desangra.
El
cielo se abre y hace apenas un momento me acordaba de las líneas que escribí
sobre Ivette Gilbert, la máscara carmín (los ojos qué trágicos) y la Tercera
República, el rengo y todo lo demás. Bajan el telón y un solo de piano propicia
la fuga de tus manos y también a las que arrimaban la silla poco antes del
crepúsculo. Los perros que acariciamos juntos. Las notas del piano
abrazadas por la voz de Irene, las dos cantando vas a entrar en mi pasado, ese
lugar gris y un poste en el espacio interminable. Pero si termina el día y la
cortina se agita a causa de tanto estrépito: hace miles de años cuando yo era
un salvaje y te besaba las manos.
Se
terminó de imprimir.
No
obstante, donde dice: “se desenrollan además
a
fuerza de Insistir...” debe decir algo que le prive al verso
ese
aire de siglo pasado. Y en aquella página secreta donde escribí que el gato
ronda las mesas del bar, etcétera,
etcétera,
debe
decir: “El gato ronda las mesas del bar
al
acecho de alguna sobras”.
Definitivamente
debe decir:
“No hay sobras en esta mesa. Nosotros
lo devoramos todo”.