jueves, 30 de agosto de 2012

Pedro Donángelo


          Catástrofe en vacaciones


la begonia se achicharra y agrega otra
a tus preocupaciones. Al paso de la noche la calma comenzará cuando el aire
         del ventilador –somos dos contrarios-
te deslice hacia el sueño.
El aire ya desgarra las cortinas y la proximidad del ojo del huracán
refleja la furia de las preguntas en cada minuto que raspé esta tarde de mi
         cara.
El punto de apoyo
de una viga, eso en el pecho, tu dolor.



             Enésimo abordaje a los árboles esfumados


el auricular se desgañita en tu oído a la hora de la telenovela.
El ruido corre encapsulado compartiendo nuestro silencio
y la expectativa por el agua que declinará en tu techo hasta el marco negro
         de la ventana
de acuerdo a mi punto de observación.
Un recuerdo de este momento indicado provisoriamente como frágil.
Y difusa la vida, el tema,
techo mediante, ruido
silencio presentes
por fin adviene: los árboles esfumados del Bajo Belgrano,
la curva de la alameda, la luz pulverizada en la curva.



          Soy el germen del desorden


tu ropa y un lado de la frazada que te cubre amanecen en el piso.
Cerca de ti las cosas se desordenan y si las palabras te apuntan
inmediatamente responden tus advertencias sobre las cenizas que no tiro
         a la noche o la canilla
mal cerrada. Que no gotea, replico,
aunque los pensamiento escuchen que desangra.








El cielo se abre y hace apenas un momento me acordaba de las líneas que escribí sobre Ivette Gilbert, la máscara carmín (los ojos qué trágicos) y la Tercera República, el rengo y todo lo demás. Bajan el telón y un solo de piano propicia la fuga de tus manos y también a las que arrimaban la silla poco antes del crepúsculo. Los perros que acariciamos juntos. Las notas del piano abrazadas por la voz de Irene, las dos cantando vas a entrar en mi pasado, ese lugar gris y un poste en el espacio interminable. Pero si termina el día y la cortina se agita a causa de tanto estrépito: hace miles de años cuando yo era un salvaje y te besaba las manos.









Se terminó de imprimir.
No obstante, donde dice: “se desenrollan además
a fuerza de Insistir...” debe decir algo que le prive al verso
ese aire de siglo pasado. Y en aquella página secreta donde escribí que el gato
         ronda las mesas del bar, etcétera, etcétera,
debe decir: “El gato ronda las mesas del bar
al acecho de alguna sobras”.
Definitivamente debe decir:
         “No hay sobras en esta mesa. Nosotros
         lo devoramos todo”.